Dormir es un placer, pero además es una de las funciones corporales básicas de nuestro organismo.
Mientras dormimos se cumplen funciones de regulación y recuperación fundamentales.
Gracias al sueño nos reponemos del desgaste físico y mental que conlleva nuestra actividad diaria.
Dormir implica que el organismo está relajado, siendo más difícil que la relajación se produzca, si el organismo se encuentra en un estado de sobre activación.
Cuando tenemos problemas para dormir, nuestro estado físico, cognitivo y anímico se ve afectado.
Factores que afectan al inicio y duración del sueño.
La acumulación de activación a lo largo del día, que será mayor con situaciones estresantes, presencia de actividades y/o estados emocionales intensos cercanos a la hora de intentar dormir.
El exceso cuantitativo y/o cualitativo de actividad cognitiva y motriz cuando se está en la cama, de pensamientos, preocupaciones, movimientos excesivos, etc.
La ingestión de fármacos u otras sustancias que pueden favorecer la sobre activación.
Ejercicio físico poco antes de intentar dormir. A corto plazo el ejercicio suele tener un efecto activador. El ejercicio físico regular puede favorecer la conducta de dormir por diferentes motivos: el desgaste fisiológico que implica y la necesidad de recuperarse; contribuye a reducir el nivel de activación del organismo; contribuye al incremento de la temperatura del cuerpo y ello parece favorecer el sueño por la noche.
La propia incapacidad para poder dormir, preocupación por no poder ser capaz de dormirse, la búsqueda infructuosa de nuevas posiciones en la cama y de otras estrategias para poder dormir, el enfado por no dormirse y la percepción de incontrolabilidad de la situación.
La actividad profesional y las obligaciones familiares, actúan a la hora de mantener un ritmo regular en el sueño.
Estado de ánimo. El insomnio es uno de los síntomas presentes en los trastornos del estado de ánimo como la depresión y la ansiedad generalizada. El insomnio no tratado supone un factor de riesgo para sufrir una recaída en una persona que ha padecido depresión.
Estos son solo algunos de los factores que pueden influir en la cantidad y calidad de nuestro sueño, pero hay que tener en cuenta que estos actúan de diferente forma en cada persona.
El Yoga influye positivamente en la calidad del sueño.
Las técnicas Yóguicas son una manera de prepararse para el descanso del cuerpo.
La práctica de Yoga desarrolla la respiración, prolongándola y creando un ritmo conveniente en sus cuatro fases: la inspiración, el mantenimiento a pulmones llenos, la espiración y el mantenimiento a pulmones vacíos. La libertad de movimiento de estas fases será indispensable para una buena capacidad respiratoria, y un crecimiento considerable del volumen respiratorio.
Es básico respirar despacio y profundamente a través de la nariz, ya que el flujo de aire es mayor y más fuerte que el que permite la boca. De este modo se podrá gestionar mejor el sueño y, en consecuencia, aliviar los síntomas de esta patología.
La respiración Yóguica o completa consta de tres fases: abdominal o inferior, costal o media y clavicular o superior. De esta manera se alcanza la plenitud pulmonar. La respiración debe ser nasal, tanto al inspirar como al espirar. Lenta y regulada. Sirva para ello la imagen de quien trata de captar el perfume de una flor. La respiración consciente es la percepción del perfume de la vida.
Âsanas (posturas que fortalecen el cuerpo), Karanas (ejercicios dinámicos con respiración y consciencia), Prânâyâma (control de la respiración), y Prácticas de meditación (enfocar y calmar la mente) son diversos ejercicios beneficiosos en cualquier momento del día para relajar tu cuerpo, y puede ayudar a eliminar los trastornos del sueño.
Las posturas de Yoga ejercitan y fortalecen el cuerpo, la meditación permite a una persona liberar su mente de pensamientos, y la forma de vida yóguica lleva a la calma y relajación.
Relajar el cuerpo durante el día con estas técnicas, posibilita que el cuerpo esté listo para cuando queramos dormir.
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